La Pérgola es una de las más importantes instituciones del esmorzaret valenciano. Fundado en 1962 en un kiosko de la Alameda de Valencia capital, todas las mañanas congrega en sus mesas, barra o terraza a cientos de pensionistas, oficinistas y obreros que se meten entre pecho y espalda uno de sus famosos bocadillos.

Son las 10 de la mañana de un martes laborable, la hora punta del almuerzo. La Pérgola está ya abarrotada. El menú es el típico del esmorzaret, a saber, aceitunas, cacaus –cacahuetes, que aquí sirven salados y tostados en casa- y bocadillo. De beber, cerveza o vino con gaseosa (botella en mesa). De postre un cremaet –el típico carajillo valenciano–. Y, para los valientes, chupito de cassalla. Aunque era pronto, se servían a buen ritmo.

Este despliegue sorprende incluso a los propios valencianos, que mientras se escapan del curro para comerse un bocata de carne de caballo, riñones o albóndigas, se ríen y comentan “¡la gente no trabaja o qué!”. Si eres de fuera ya alucinas.

Pero al margen de la experiencia de vivir el acojonante ritual del almuerzo, similar en toda Valencia, La Pérgola brinda una gastronomía popular de primer orden, con unos bocatas de creación propia que no solo son una institución de la ciudad: están de muerte.

La Pérgola es un sencillo kiosko, con una barra circular, pero además cuenta con varias mesas dentro y, casi todo el año, una agradable terraza.

El secreto está en la salsa verde

Aunque en La Pérgola se sirven los bocadillos clásicos del almuerzo valenciano, como la brascada (ternera, jamón y cebolla), el chivito (un bocadillo originario de Uruguay pero que es desde hace décadas fijo en Valencia) o el almussafes (sobrasada, queso y cebolla), la mayoría opta por alguna de sus famosas creaciones propias.

Está el bombón, un brutal bocadillo de lomo, queso, champiñones, salsa verde y mayonesa. Si a esto le añades patatas pochadas se convierte en un superbombón.

El almuerzo va siempre acompañado de cacahuetes, aceitunas, vino o cerveza y, opcionalmente, unas guindillas.

Otros prefieren el full equip, compuesto de longaniza, cebolla, beicon, cebolla, tomate, patatas y mayonesa. Lleva también un poco de Tabasco, que te ponen en mesa por si lo quieres con más picante. Me comería uno todos los días si no supusiera poner un pie en la tumba.

Un tercio de 'full equip'.

También es famoso el bocadillo de sepia la plancha, acompañado de mayonesa y salsa verde que, como explica el periodista Vicent Marco en su imprescindible manual Almuerzos valencianos: el libro de los profesionales del almuerzo, es la piedra filosofal de sus bocatas.

Esta salsa de aceite, perejil y cebolla se elabora en el mismo mortero de mármol blanco desde que se fundó el kiosko hace ya 61 años y acompaña a la mayoría de sus míticos bocadillos cuyas recetas quedaron fijas en la carta a finales del siglo pasado.

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Y ¿cuánto cuesta toda esta fiesta? La Pérgola es una rara avis porque no tiene un menú de almuerzo como tal, pero pidiendo un bocadillo por persona, vino y casera a discreción –“os dejo la botella, pero si queréis más me decís”-, la picaeta y el cremaet salimos a nueve euros por barba. Y comidos. Muy bien comidos. ¡Abajo el trabajo!

El auténtico almuerzo acaba siempre con un cremaet.

Kiosko La Pérgola

• Dónde: Pg. de l'Albereda, 1. Valencia.
• Horario: De 8:00 a 16:30. Cierra domingos.
• Teléfono:  963 69 90 79

En DAP | Dónde comer en Valencia

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La oveja de raza guirra fue otrora un importante motor económico en toda la Comunidad Valenciana. Conocida también como “roja levantina”, por su peculiar color granate, era utilizada principalmente para la producción de lana. Hoy está en peligro de extinción.

Se cree que la actual oveja guirra proviene de la costa atlántica de Marruecos. Allí se cría la variedad Beni Ahsen, una oveja de lana roja muy similar a la guirra, que debió llegar a la costa alicantina hace, como poco, cuatro siglos. Aquí entro en mestizaje con la oveja manchega, predominante en toda la zona, de cuya hibridación surgió está nueva raza.

Debido a su procedencia sahariana, la guirra es una oveja excepcionalmente fuerte, que se adaptó bien al clima de la costa valenciana: resiste la falta de alimentos, la sequía y el calor. Pero es menos productiva que su prima la oveja manchega. En cuando empezó a controlarse mejor la alimentación y el pastoreo ésta se impuso a la guirra, que fue desapareciendo paulatinamente, con más celeridad si cabe debido a la explotación urbanística de todas las antiguas zonas ganaderas.

Ramón Sanfelix tiene una explotación de oveja guirra de cuarta generación y, actualmente, el último rebaño que queda en Valencia capital, situado en una finca de la pedanía de Massarrojos.

Sanfelix es natural de Paterna donde, como ha explicado en una charla en el congreso Gastrónoma (que se celebra, precisamente, en este municipio pegado a Valencia, donde se levantó el recinto ferial), la ganadería era una actividad de primer orden hasta que, poco a poco, la ciudad se comió al campo.

“Muchas naves las expropiaron”, asegura Sanfelix. “Mis padres se fueron a Liria y yo encontré la finca Mas del fondo, donde me acogieron con los brazos abiertos”.

Ganaderos y cocineros durante la charla sobre la oveja guirra en Gastrónoma.

Una raza en peligro de extinción

Sanfelix es uno de los ganaderos más punteros de raza guirra. Sus ovejas pastan en las tierras de la finca, arrendada por Terra i Xufa, una empresa agrícola de producción y comercialización de frutas y verduras ecológicas. Solo produce corderos lechales que comercializa en restaurantes.

La realidad de la mayoría de los ganaderos es otra. La raza guirra está, de hecho, en peligro de extinción. Solo la trabajan 22 ganaderos, la mayoría de edad avanzada y con rebaños muy pequeños. Se cuentan poco más de 3.000 cabezas.

En 1996 se creó la Asociación Nacional de Criadores de Raza Guirra precisamente para evitar su desaparición. “Se unieron todos los ganaderos”, explica la presidenta de la asociación, Elvira Chorques. “Había un gran censo de animales, pero no estaba unificado. Las ovejas se censaron y se genotiparon”.

Durante la presentación el cocinero Roger Julián presentó algunas de sus elaboraciones con raza guirra.

En la actualidad, la asociación lucha por poner en valor las cualidades de una raza que, pese a que tradicionalmente no era de actitud cárnica, produce un cordero que los cocineros están encontrando muy atractivo.

“Tiene muchas características, pero de las más destacables es su elegancia”, explica el cocinero José María Baldo, chef del hotel Las Arenas. “Cuando trabajamos en vacío somos capaces de generar emulsiones con el colágeno de la propia carne. Con otros corderos no lo he conseguido”.

Además de por su peculiar color, la oveja guirre se distingue por tener la nariz convexa, con una forma que recuerda a la de los camellos.

El futuro pasa por encontrar pastores

Además de promocionar su carne, la asociación trabaja por recuperar también su atractivo como animal para producir lana. Un uso que, en la actualidad, no pasa de lo testimonial.

Como explicaba Paula Pons en Guía Hedonista, la oveja guirra se esquila una vez al año, antes del verano, y la lana se regala o se tira. Esquilar cada oveja cuesta cincuenta euros, un coste que el diseñador valenciano afincado en Londres Ramón Gurillo asumió en la última campaña para quedarse con la lana de las ovejas de Sanfelix.

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Es una buena iniciativa, pero absolutamente marginal. El problema principal, apunta Chorques, no es tanto que la raza esté en desuso, sino que lo que realmente se extinguen son los ganaderos: “Los censos van bajando, la gente se hace mayor. Intentamos ayudar al ganadero y que surjan otros”.

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La Comunidad Valenciana es siempre un destino tentador para escaparse en cualquier época del año, y no solo por su litoral mediterráneo. El interior de sus provincias está repleto de rincones por descubrir tan especiales como Bocairent, un pueblo que emerge de las rocas de la Sierra de Mariola, al sur de Valencia y casi rozando ya la provincia de Alicante.

Se trata sin duda de una de las localidades de interior más bonitas de la zona, gracias a su privilegiado emplazamiento rodeado de naturaleza y también a que ha sabido conservar el trazado medieval original que tanta personalidad otorga al perfil de sus calles, edificios y monumentos.

La villa primigenia de Bocairent,  en la comarca del Valle de Albaida, emerge caprichosa en la vertiente noroeste de la Sierra Mariola, oficialmente Parc natural de la Serra de Mariola, un espacio natural protegido ligado a las Cordilleras Béticas donde predomina la roca caliza y que la actividad tectónica la han dotado de multitud de paisajes con valles, picos, serranías y bosques en los que habita una gran variedad de fauna y flora mediterránea.

En este particular espacio el pueblo ha desarrollado sus calles en piedra, no aptas para piernas perezosas, con un trazado irregular de herencia árabe lleno de callejones, subidas, escaleras, bajadas y pequeñas plazas, un sinfín de rincones salpicados de fuentes y plantas con coloridas flores todo el año que hacen que recorrerlas siempre merezca la pena.

Casco antiguo ©Juan Sanz

En Bocairent además son numerosos los puntos de interés para el visitante que busque pasar apenas un par de días, o una jornada intensa que querrá repetir para indagar en todo su potencial con más calma. Así, destacan museos como el Arqueológico, el Paleontológico o los curiosos de Oficios y Costumbres y el Festero, además de numerosos templos, ermitas, impresionantes cuevas o ruinas medievales, sin olvidar los puentes y acueductos.

Los amantes de la naturaleza pueden dedicar muchas horas a recorrer el entorno siguiendo rutas de senderismo a pie, atreverse con excursiones en bicicleta por la señalizada vía verde o con las tracks de BTT para ciclistas más experimentados. No en vano el Parque Natural es uno de los grandes atractivos del pueblo, al que acuden numerosos senderistas durante todo el año y muchas familias.

El pueblo además destaca por las diversas festividades locales que se celebran casi en todas las épocas, siendo una de las más destacadas la que tendrá lugar en apenas unas semanas. La primera semana de febrero, todo Bocairent se entrega a las fiestas patronales de Moros y Cristianos en honor a Sant Blai (San Blas), que llenan las calles de música, color, desfiles y todo tipo de actos donde no falta la pólvora.

Declaradas de Interés Turístico Nacional, estas fiestas invernales son una buena excusa para escaparse a un precioso pueblo de clima amable donde extender el jolgorio navideño antes de enlazar con los carnavales.

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Imágenes | Turismo de Bocairent

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Agentes de la Guardia Civil han intervenido este pasado fin de semana unas diez toneladas de productos de alimentación destinados a su comercialización para el consumo humano que no cumplían con la legislación europea de etiquetado ni de las para medidas sanitarias necesarias para garantizar la salud.

Los hechos han ocurrido en el polígono industrial “La Cova” de Manises (Valencia), durante la inspección de un centro de alimentación minorista de productos para consumo humano. La Guardia Civil, junto con agentes de control oficial de la Conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana, han terminado incautando 99 referencias de las 300 inspeccionadas en total.

Según informa el propio  Cuerpo de Seguridad Pública, los productos carecían de un etiquetado acorde con la normativa de la Unión, ya que toda la información de los mismos estaba en un idioma extranjero no europeo, careciendo además de la obligatoria información sobe alérgenos. 42 referencias han sido aprehendidas por este motivo, que supone un riesgo para la salud pública al no poder informar correctamente al consumidor de lo que compra y consume.

En las instalaciones inspeccionadas también se realizaban actividades de almacenamiento, distribución y envasado de productos de origen vegetal, almacenamiento frigorífico y almacenamiento de productos congelados de origen animal, todos ellos para consumo humano, sin autorización de registro general sanitario de empresas (RGSEAA).

Una de las cámaras de refrigeración, con productos dentro, no estaba en funcionamiento, con el consiguiente riesgo sanitario, y muchos de los alimentos intervenidos tenían fechas de caducidad o consumo preferente espiradas.

El principio de precaución con el fin de proteger a las personas ante el potencial riesgo para la salud ha llevado a los agentes a incautar, en total, diez toneladas de alimentos con un valor comercial estimado que superaría los 90.000 euros. Todos ellos productos ya envasados: carnes frescas y congeladas, preparados de carne, productos cárnicos, pescado congelado, derivados de la harina, galletas, productos hortícolas, caramelos, chicles y golosinas, huevo procesado y marisco congelado.

Las infracciones han sido trasladadas a la Conselleria de Sanidad de la Generalitat Valenciana para que actúe en consecuencia según los procedimientos legales correspondientes.

Imágenes | Guardia Civil

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“Gastrotasca”, “neotaberna”, “wine bar”… Palabras, todas, para referirse a restaurantes con barra que ni son un bar ni lo pretenden. Crecen como chinches en los centros históricos de las grandes ciudades y, por lo general, desplazan a bares de toda la vida que, muchas veces sin pretensiones gastronómicas, ofrecían una oferta de más calidad que la de sus nuevos moradores.

La ubicación del nuevo proyecto del cocinero valenciano Ricard Camarena, en el rehabilitado Mercado de Colón, apuntaba precisamente a este modelo: otro reclamo para guiris. Y probablemente lo sea, con la salvedad de que en Bar X se come mejor que en la inmensa mayoría de estos sitios.

Aunque Camarena es conocido fuera de Valencia por el restaurante con dos estrellas Michelin que lleva su nombre –que lleva unos años apuntando a tercera–, tiene en Valencia muchos otros locales: Central Bar, Canalla Bistro y Habitual. Y los tres, nos explican, tienen cartas distintas.

Bar X juega con el nombre en valenciano del pueblo del cocinero, Barx, en la comarca de La Safor. Y su propuesta, aunque tiene toques cosmopolitas, está mucho más atada a la terreta que, por ejemplo, la que se brinda en el muy exitoso Canalla Bistró.

El buñuelo de bacalao es, sencillamente, uno de los mejores que he probado en mi vida (4ud/13,00€)

Clásicos de bar, muy bien ejecutados

Con un precio medio que ronda los 40 euros, Bar X es una estupenda opción para probar de una sentada algunos platos típicos de la cocina valenciana con el sello Camarena como son los figatells–una especie de hamburguesa elaborada con carnes especiadas de casquería porcina–,  la ensaladilla o los tremendos buñuelos de bacalao.

Su pequeña carta tiene también algo de marisco –gamba roja, ostras o quisquillas–, bocadillos y unos cuantos platos firmados por Camarena que solo sirven aquí y que justifican por sí solos la visita.

La oreja de cochinillo, muy bien frita, contrasta con el toque ácido de las piparras. Riquísimo.

Es brutal la oreja de cochinillo crujiente con salsa verde y queso feta (13€) o la berenjena frita con mojo X (11,50€), un tremendo plato en que la berenjena primero se fríe y luego se pela y se cocina al horno con una salsa que lleva jengibre y “más cosas secretas”, además de almendras, queso feta y Perejil frito.

Las berenjenas, primero fritas y luego cocinadas al horno, están sabrosísimas. Un grandísimo plato vegetal.

Para terminar, una interesante selección de postres entre la que destaca una tremenda tarta cremosa de chocolate (7,50€) que nos dejó con el culo torcido. Lo acompañas de un cremaet y a volar.

Qué pedir: la carta de Bar X es corta y tiene todo buena pinta. Si no pides marisco y no te lías mucho a beber saldrás por en torno a 40 euros. Tiene una interesante oferta por copas y un personal mayoritariamente femenino muy amable que sabe recomendar estupendamente.

No te puedes ir sin probar la magnífica tarta de chocolate.

Bar X

• Dónde: Mercado de Colón. Carrer de Jorge Juan, 19. Valencia.
• Horario: abre todos los días de 12 a 00.
• Precio: 40€
• Reservas:  No se admiten reservas.

En DAP | Dónde comer en Valencia

En DAP | Dónde comer las mejores paellas de Valencia

Hace ya tiempo que la palabra “mercado” amplió notablemente su significado original. Ya no solo son espacios públicos destinados a vender y comprar productos de alimentación; los negocios de hostelería han ganado terreno en los mercados gastronómicos contemporáneos, convertidos ahora en puntos de encuentro social en los que muchas veces las verdulerías, pescaderías y charcuterías de toda la vida tienen una presencia casi testimonial.

Valencia no ha quedado fuera de esta tendencia global. La buena climatología y la arraigada “cultura de terraceo” de esta ciudad mediterránea explica el surgimiento en los últimos años de varios mercados al aire libre que se abarrotan los fines de semana, así como otros establecidos en edificios icónicos rehabilitados. Junto a ellos, resisten los mercados clásicos, con sus barras populares que abastecen sus vitrinas con el género fresco que venden las paradas vecinas. En este caso hablamos de bares ajenos a los dictados del diseño, las tapas de autor y las fotos de Instagram.

Mercado Central de Valencia

Además de ser una de las joyas del modernismo arquitectónico valenciano, el Mercado Central es un lugar estupendo para comenzar el día con un buen almuerzo o para tapear por sus alrededores de la plaza de Ciudad de Brujas, donde se encuentra ubicado. En el interior del mercado se encuentra Central Bar, la popular barra del chef Ricard Camarena, donde puedes probar su reconocida ensaladilla rusa, unas sabrosas croquetas de pollo rustido o una ración de oreja de cerdo a la plancha con mojo picón. Por supuesto, también tiene bocadillos; el Mary, de sepia y alioli es nuestro preferido.

Si quieres culminar el tentempié con un café de especialidad estupendo, dirígete a la barra de Retrogusto, ubicada también dentro de las instalaciones del mercado. Ambos establecimientos abren de lunes a sábado de 7 de la mañana a 15 horas. Tanto dentro como en los alrededores del mercado hay bares con mucha solera como el Sorolla y el Boatella Tapas, que tienen siempre mucho ambiente y son perfectos para iniciar una ruta de cañas y tapas por el centro un sábado o un domingo por la mañana.

Municipal del Cabanyal

Otro de los mercados de toda la vida donde se puede comer muy bien es el de El Cabanyal (Carrer del Marí Sirera), el más importante de los Poblados Marítimos. En su interior encontramos el Bar El Mercado, dotado también de terraza, que es una opción muy recomendable para darse un homenaje en forma de esmorzaret. Tienen hasta 18 especialidades de croquetas diferentes y presumen de ser especialistas en café cremaet. En su vitrina, todo entra por los ojos.

Mercado de Rojas Clemente

Como decíamos, una no siempre está para mercados de postal y bares con sello de autor. Muchas veces el cuerpo te pide locales comunes y corrientes, cuyo único secreto es servir comida casera elaborada con productos frescos del mercado y a precios asequibles. Uno de esos bares es el de Rojas Clemente (Plaza de Rojas Clemente, s/n), muy apreciado en la ciudad por sus almuerzos y menús de mediodía. Allí coincidirás entre semana con trabajadores de toda condición.

Es un buen sitio donde pedir un bocadillo de calamares, pero también puedes apostar por guisos autóctonos como el de sang amb ceba (sangre y cebolla). De postre, pide torrijas y no fallarás.

Mercader

Al final de la avenida Blasco Ibáñez, justo en el punto de entrada al barrio de El Cabanyal-Canyamelar, se encuentra Mercader (Joan Mercader, 16). En su escaso año de vida, este mercado gastronómico se ha convertido en uno de los puntos de encuentro más concurridos de la ciudad, de la mañana a la noche. Ayuda a ello el enorme atractivo del lugar, que parece como una pequeña aldea cerrada por muros, en cuyo interior hay un jardín y dos naves industriales cuidadosamente rehabilitadas para conservar el espíritu de su antiguo uso como tonelería. 

Digamos que es un espacio con encanto industrial-chic, pensado para que deambules de puesto en puesto y después consumas la comida acodado en la primera barra libre que pilles o en alguna de las mesas de la terraza-jardín.

En Mercader tienen puesto de venta reconocidos hosteleros valencianos como Román Navarro (propietario a su vez de la reputada taberna Anyora), cuya  parada de “tapas de autor”, Tonyina Bar, tiene platillos muy ricas como los torreznos a la brava o el bimi frito con romesco. Alfonso García -propietario de otros establecimientos del Cabanyal de los que ha hemos hablado en otras ocasiones, como La Aldeana 1927-, que aquí ha montado Aldeaneta, una versión más sencilla de su bar matriz donde puedes pedir cocas de dacsa típicas de la Marina Alta y bocadillos muy suyos, como el de titaina, sangacho y sardina en aceite. La conocida familia Bianca de pescaderos tiene también un puesto donde te preparan al momento productos recién traídos de su puesto de venta en el Mercado de El Cabanyal. La oferta se completa con un espacio exclusivo para vinos y vermuts y un asador de la mano de Jenkin’s, entre otros.

La Imprenta

En 2023 también abrió sus puertas el Mercado de la Imprenta en una zona muy cercana a la estación del AVE Joaquín Sorolla de Valencia. Concretamente, en la calle de la Mascota, 17. Este amplio espacio de 1.800  metros cuadrados dividido en dos plantas, que durante décadas tuvo un uso industrial, fue sometido a una rehabilitación integral de más de tres años que mantiene algunos elementos originales de la mítica Imprenta Vila, fundada en 1908. Actualmente, es el mercado gastronómico más grande de la ciudad, con un total de 21 puestos especializados: paradas de productos gourmet (charcuterías de calidad, conservas...), freiduría, croquetería barra de sushi, vermutería y más. Hay, eso sí, bastantes franquicias.

Cuenta además con una programación cultural paralela a lo largo del año, con talleres, exposiciones, etcétera. En resumidas cuentas, es un espacio arquitectónico icónico reconvertido en un mercado gastronómico orientado a un espectro de público enorme.

Mercado de Colón

Situado en el barrio de L’Eixample, meca de la burguesía valenciana, el Mercado de Colón es en realidad un multiespacio para la hostelería en el que la presencia de puestos de venta directa es muy escasa, aunque selecta -allí por ejemplo tienen una parada los conocidos charcuteros Manglano-. Desde el punto de vista arquitectónico, el edificio -inaugurado en 1916 y fuertemente influenciado por el modernismo catalán- es espectacular. En la planta que se encuentra al nivel de la calle hay cafeterías cuya única gracia es la de sentarse y disfrutar de la belleza del espacio. Bueno, también es un buen lugar para merendar una horchata de Daniel.

A través de unas escaleras mecánicas, acceder a la planta inferior, cubierta de un mármol frío y una acústica espantosa. Paradójicamente, allí donde el encanto arquitectónico del Mercado de Colón se desvanece, es donde se encuentran las propuestas gastronómicas más potentes. Allí tiene su sede Momiji -que es una de las mejores barras de sushi de la ciudad, dirigida por el chef Diego Laso-; el restaurante de cocina asiática Ma Khin Café, fundado por el cocinero de orígenes birmanos Steve Anderson, así como dos de las propuestas que Ricard Camarena tiene distribuidas por la ciudad: Habitual (cocina mediterránea, con ticket elevado) y Bar X, una propuesta más desenfadada, del que hablaba a fondo Miguel Ayuso en este artículo hace unos meses.

Mercabanyal

Ubicado en pleno corazón del barrio del Cabanyal, Mercabanyal (Eugenia Viñes, 255) también está bendecido por el éxito desde que abrió sus puertas hace unos cinco años. Es un espacio al aire libre amplio y luminoso, con muchos rincones donde enlazar las tapas con las copas y que el día transcurra sin enterarte. Vamos, lo que en Valencia se llama “hacer vida de terraza”.

Las propuestas gastronómicas están concebidas para atraer a un espectro de público muy amplio, desde el juvenil -atraídos sobre todo por la hamburguesería Hundred, que trabajan con carne madurada y causa furor y las pizzas Sorsi e Morsi- hasta familias y grupos de amigos de mediana edad.

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Imágenes | Mercado de la Imprenta - Municipal del Cabanyal - Mercado de Colón - - Mercabanyal - Felivet

En DAP | Dónde comer en Valencia

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La presencia de Alberto Chicote suele resultar controvertida, normalmente por la vehemencia que suele usar para defender sus opiniones acerca de los restaurantes que, en el marco de Pesadilla en la cocina, quiere mejorar.

Pues bien, nuevamente su aparición en escena ha levantado ampollas, pero no por motivos especialmente gastronómicos, sino aparentemente por la disconformidad de un vecino con su presencia.

Ha sido en la localidad horchatera de Alboraia, donde el equipo de Pesadilla en la cocina se encontraba grabando una nueva temporada, concretamente en el restaurante La Terracita, situado, como es habitual en España, bajo un bloque de viviendas.

Fue en este contexto que el cocinero y su equipo recibieron el ataque de un vecino que lanzó un pañal lleno de heces supuestamente para mostrar su desacuerdo con la presencia del presentador y de su equipo en la zona.

Este pañal cayó en medio del set de rodaje para sorpresa de Chicote y de todo su equipo, que terminaron llamando a la policía local para mediar en el asunto, han informado diversos medios generalistas.

La principal teoría es que el vecino se quejara por las molestias que suele generar en el vecindario el set de grabación de un programa de estas dimensiones, con camiones, calles cortadas y un gran equipo desplegado alrededor de Chicote.

No obstante, este cuerpo de seguridad no pudo localizar al autor o autores del hecho, dada la cantidad de viviendas que se encuentran encima del negocio que Chicote quería reflotar con su programa.

Y lo cortés no quita lo valiente, pues el incidente terminó con una simpática fotografía colgada en las redes sociales de la policía local, donde esta destacaba estar encantados de saludar al cocinero y resolverle una “pequeña incidencia”.

Foto | @Policia Alboraia

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Dentro del amplio vocabulario de las fallas valencianas -Crida, mascletà, ninot indultat, despertà, plantà, cremà, etc-, la palabra bunyol ocupa un lugar sagrado.

Aunque este dulce tradicional puede encontrarse en muchos otros lugares del país, en Valencia se encuentran probablemente los mejores maestros buñoleros del país.

Cierto es que hablamos de un producto cada vez más corrompido; quedan pocos verdaderos artesanos en la ciudad. Desde el 1 de marzo y hasta que arden los monumentos falleros la noche del 19, cientos de puestos ambulantes de churros y buñuelos inundan la ciudad. Desgraciadamente, la mayoría de ellos ofrecen productos de dudosa calidad.

Ya que estamos hablando de un dulce altamente calórico, cuyo consumo debería ser puntual, te aconsejamos que no te pares en el primer puesto con lucecitas que encuentres en la calle, y que camines un poco más si hace falta para probar los buñuelos falleros en su mejor versión.

En Valencia, las mejores en mi opinión son las centenarias El Contraste, ubicado en la intersección entre la calle Ruzafa y San Valero, y Collado, situado en la calle d’Ercilla, 13, en el casco histórico. Ambas tienen la ventaja de estar abiertas todo el año, y se diferencian sobre todo en que en la primera trabajan con buñuelos de calabaza y en la segunda con buñuelos de viento. No podemos olvidarnos tampoco del puesto de Bienve –que se sitúa en la avenida del Reino de Valencia, pero solo durante la duración de las fiestas falleras–.

La radiografía del buñuelo perfecto podría definirse como aquel que tiene una cobertura fina y crujiente y una masa interior súper esponjosa y alveolada. La forma da un poco igual, puede ser muy irregular, y hasta feucha. De hecho, las irregularidades dan lugar a felices “accidentes”; al freírse, esos pequeños bordes puntiagudos le dan un punto brutal a la mordida.

Por supuesto, es esencial que la fritura se realice en aceite limpio, por eso verás que en las buñolerías de más solera el aceite se recambia sin miedo ni tacañería. Aunque quizás la diferencia más clara entre un puesto ramplón y uno de calidad está en los ingredientes con los que se elabora la masa de los buñuelos de calabaza -que no son más tradicionales que los de viento, por cierto, a pesar de ser los más comunes-. Parece obvio decir que la masa de los buñuelos de carabassa tiene que tener una buena proporción de esta hortaliza, previamente horneada. Sin embargo, muchos puestos ambulantes utilizan una pasta de calabaza industrial que además puede llevar azúcares añadidos.

Cada uno de los puestos mencionados tiene su estilo. De hecho, son reconocibles a primera vista. Por ejemplo, los de El Contraste son más grandotes que los de Bienve, que suelen ser además un poco más anaranjados. Pero todos están deliciosos. Hay que hacer un poco de cola en todas ellas, pero creedme, vale la pena.

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En el interior de Valencia y al sur de la provincia se encuentra Albaida, una localidad quizá poco conocida para el turista ajeno a la zona, pero que sorprende por todo lo que tiene que ofrecer al visitante. En parte central de la comarca del Valle de Albaida, a 85 km de Valencia, esta localidad de poco más de 6.000 habitantes es conocida por su gran castillo palaciego medieval, pero son muchas más las sorpresas que aguardan en sus calles y entorno.

Su nombre procede del árabe al-baydà, 'la blanca', probablemente en referencia a al color de las tierras de los alrededores, aunque bien podría aplicarse a muchas de las viviendas y calles de su centro histórico, corazón de la ciudad. Albeida, a apenas una hora de distancia desde la capital de la provincia, conserva las huellas de las numerosas civilizaciones que la poblaron desde los pueblos íberos, y resplandece en su cuidado patrimonio histórico.

Cualquier visita debe contar con tiempo suficiente para dedicarle a la joya de Albaida, el Castillo-Palacio de los Milá y Aragón, marqueses de la localidad. Una magnífica construcción monumental en un excelente estado de conservación y totalmente visitable, que hoy alberga además distintos servicios públicos y municipales.

Construido entre los siglos XV y XVII aprovechando las murallas preexistentes del siglo XIII, es hoy un majestuoso palacio en plena Plaza Mayor marcado por sus tres recias torres. En el interior destaca la decoración con pinturas murales paganas y la bellísima sala gótica en la zona noble, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad que acogía una casa señorial medieval vinculada al señor feudal.

En el exterior, el edificio tiene adosada la porta de la Vila, un arco de medio punto del siglo XV que da acceso al Clos de la Villa, una torre vigía y otro arco que hace de entrada a la iglesia.

Pero además del propio castillo palaciego, su visita debe incluir conocer otros espacios de lo más singulares como la escuela de campaneros, el Espacio de la Fiesta y la Exposición Permanente de Belenes, además de otro espacio que es único en todo el mundo, el Museo Internacional de Títeres o MITA. El centro es todo un centro pionero en preservar y divulgar la cultura del títere y el arte de la marioneta en España, un lugar lleno de encanto perfecto para visitar en familia y que tiene expuestas numerosas marionetas de todo el mundo, incluyendo personajes televisivos que despertarán la nostalgia a más de uno.

Recorrer el centro histórico de Albaida es perderse siguiendo la trama de la antigua población morisca para descubrir sin prisa cada rincón donde se pueden encontrar vestigios del pasado con casas señoriales, escudos nobles, fuentes generosas en agua, ermitas y conventos. Como visitas recomendables está también la iglesia Arciprestal de la Asunción de la Mare de Déu, en el Clos de la Vila, y la interesante Casa Museo José Segrelles, pintor, ilustrador y cartelista local cuya obra ha sido reconocida a nivel internacional.

Hemos mencionado la escuela de campaneros, y es que hay que destacar que Albaida es el único municipio de la Comunidad Valenciana que mantiene el toque manual de campanas desde el siglo XIII, patrimonio etnológico vivo que ha sido reconocido como Bien de Interés Cultural Inmaterial y Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

La gastronomía local es típicamente valenciana de interior, y un paraíso para los amantes de los arroces. Aquí son los más típicos el arroz al horno, el arroz caldoso y la paella con judías verdes, habas y alcachofas, arroces a los que en temporada se incorporan pebrassos o robellones, una seta muy típica de la zona con la que se cocinan numerosos platos. Tampoco faltan todo tipo de dulces de herencia árabe y mediterránea, como las cocas de almendra, pastelitos de boniato, yemas o carquinyolis.

Y si hablamos de una localidad de interior, también hay que mencionar el entorno natural que rodea a la ciudad, que ofrece dos rutas de senderismo para los más montañeros. La que conduce a la cima de la Covalta es la más famosa, con un yacimiento arqueológico de gran interés, pero más accesible es La Séquia del Port, que lleva a conocer el sistema hidráulico de riego más antiguo de la comarca, acequias, huertos, zonas de recreo, pueblos y muchos enclaves más.

Fotos | Turismo Comunidad Valenciana

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La paella no es un plato intocable, pues ha sido mancillado numerosas veces con ingredientes que nada tienen que ver con este plato marinero de origen valenciano, como el chorizo recientemente por parte de los ingleses.

Una de las nuevas violaciones a esta propuesta tradicional es la que un conocido ciudadano norteamericano residente en Murcia ha compartido en sus redes sociales, acostumbrado a generar polémica con sus recetas españolas que reinventan clásicos.

Se trata de @drepaoofficial, que, después de hacer una paella de Bifrutas, se ha atrevido a elaborar una paella basada en la horchata, el otro gran ingrediente de origen valenciano, sin el que no se entiende la cultura de esta región.

El vídeo es una ofensa a los amantes de esta cultura, aunque el TikTok era segura que quienes prueban esta receta, caerán rendidos a sus pies.

Los valencianos “lo adorarán”

“Sé que me van a criticar mucho, pero os aviso que si la gente de Valencia prueba esto lo adorará “, avanza el provocador internauta.

En el vídeo, empieza añadiendo horchata en la paella. No solo eso, sino que lo que añade una horchata envasada, que nada tiene que ver con la que se puede degustar en las horchaterías de la capital del Turia.

A esta base de horchata, le añade arroz y azúcar y lo remueve para que se cocine junto. Después, le añade un poco de canela y una ralladura de limón y lo lleva todo a ebullición.

Como topping de esta singular paella, añade ramas de canela, y, por supuesto, fartones, las típicas pastas que se mojan en la horchata. También, pieles del limón, que ha usado para darle un twist a este mejunje.

Un arroz con leche

Aunque esta mezcla es más propia de la sobremesa de un bautizo a manos de cualquier mocoso aburrido, lo cierto es que al final esta paella en versión horchata es una variante del arroz con leche elaborado en una sartén de paella que debe tener muy bien sabor.

Ahora bien, a nivel estético, le explota la cabeza a cualquiera que lo mire, pero se trata de una provocación y un trampantojo para llamar la atención y dar que hablar.

Tal es el nivel de este influencia con el manejo y la manipulación de la gastronomía española que ha llegado a protagonizar uno de los jocosos vídeos de los cómicos de la red Jajaers.

Estos bromistas han simulado su detención por parte de las autoridades valencianas por sus atropellos con la comida, en especial de esta región, que acumula hits como la paella con Kit Kat, la Popeye’s Paella, la paella de caramelos y otra versión con productos Starbucks.

Foto | Drepaooficial/Instagram

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